Cuarta entrega de la Serie "Bahía de
Chesapeake".
Seth era un muchacho díscolo y retraído
cuando a los diez años fue adoptado por Ray Quinn, viudo y casi un anciano. Con
el paso del tiempo el cuarto Quinn se ha convertido en un pintor de prestigio
y, tras una estancia en Europa, vuelve al pequeño pueblo costero donde sus
hermanos-tíos, Cam, Ethan y Phillip, junto a sus esposas e hijos, regentan un
negocio de construcción de veleros. Finalmente, en una casita blanca y azul, en
la que nunca falta una hamaca en el porche y un perro en el jardín, Seth parece
haber encontrado la paz con su peculiar familia adoptiva. Allí vive un
apasionado amor con una joven... hasta que su madre biológica se interpone de
nuevo en su camino.
Seth vuelve a
casa con problemas, su madre lo extorsiona y se siente perdido, y el único lo
lugar donde puede encontrar respuestas es junto a sus hermanos. Ya no es el
chico retraído que conocimos, es un triunfador y respetado pintor, que vivió la
vida y conoció el amor, pero que se mantuvo alejado para proteger a su familia.
Su mundo se trastoca del todo al conocer a Drusilla Whitcomb Banks quien es dueña
de una florería y del estudio que Seth decide alquilar en la planta alta. Su conexión
es inmediata pero Dru se resiste, primero a ser su modelo y luego a cualquier
cosa que se asemeje a una relación. Ella también tiene un pasado que quiere
ocultar, una familia que no la respeta y cientos de problemas diarios que
solucionar.
El libro es muy
entretenido, como los demás. Le da un cierre final al tema de los orígenes de
Seth y nos permite ver cómo están las parejas que se formaron en los libros
anteriores. Es un muy buen final de saga con todos los condimentos: una linda
historia de amor, discusiones familiares y secretos develados.
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